El doctor en Literatura de la Universidad Duke y académico de la Universidad de California, ha centrado su investigación en la literatura impresa y escrita, como una forma de rescatar la historia de nuestro país. La Universidad de Chile recibió al intelectual en el conversatorio “Diálogos en torno a la cultura impresa chilena del largo siglo XIX”, organizado por el Archivo Central Andrés Bello, para dialogar sobre los documentos patrimoniales y pensar en la condición de la lectura actualmente. «Las formas de alfabetización de los medios sociales y de la universidad son compatibles», asegura.
Pensar el pasado cultural de América Latina y específicamente de Chile es indispensable para comprender el presente. Es por ello que el martes 30 de julio se realizó el conversatorio “Diálogos en torno a la cultura impresa chilena del largo siglo XIX”, el que contó con la presencia del destacado intelectual chileno radicado en Estados Unidos, Juan Poblete.
El objetivo del encuentro fue discutir acerca de los sentidos que brinda pensar hoy la cultura escrita e impresa del siglo XIX, analizando el patrimonio cultural que tiene a disposición el Archivo Central Andrés Bello, uno de los principales núcleos históricos de la Universidad de Chile.
En la instancia participó, Ariadna Biotti, historiadora del Archivo Central Andrés Bello, junto a Ana Ledezma, investigadora del mencionado Archivo y directora de la Licenciatura en Historia de la Universidad Alberto Hurtado, con académicos chilenos de seis universidades del país destacados en el área, como
“Me pareció una idea extraordinaria que debo agradecerle a las dos organizadoras principales, Ana Ledezma y Ariadna Biotti, por la oportunidad de conversar sobre la lectura, el libro, la investigación, y lo que significa el Archivo en este espacio histórico. Ha sido absolutamente impagable la calidad del diálogo con los colegas, varios de los cuales son además profesionales del libro. Ha sido un privilegio participar de ella”, expresó el destacado intelectual.
Poblete, doctor en Literatura por la Duke University y profesor de Literatura y Estudios Culturales en la Universidad de California, Estados Unidos, ha desarrollado investigaciones sobre la historia de los estudios literarios, culturales, de la lectura, el libro, entre otros, de América Latina y Estados Unidos en los siglos XIX, XX y XXI.
Se interesó por la investigación de la cultura impresa y escrita del siglo XIX en Chile tras realizar su tesis doctoral sobre el tema y estudiar los documentos tanto en la Biblioteca Central de la Universidad de Chile, Biblioteca Nacional y Archivo Nacional en el año 1995.
Dicha indagación fue posteriormente convertida en el libro La literatura chilena durante el siglo XIX. Alcances e interpretaciones (2003). En él, se muestra la influencia que tuvo la observación de los archivos mencionados anteriormente en sus hipótesis iniciales.
“Eso tuvo que ver con dejar que la materialidad del registro histórico hablara y los que lo hicieron fueron los nuevos públicos lectores, las mujeres, artesanos, periódicos, álbumes, y las hojas sueltas que no estaban en mi diseño original. Yo andaba persiguiendo la literatura en el canon escolar y la novela, pero el archivo me dijo no, lo más interesante de este siglo XIX no son esos textos, son estos otros”, expresó.
La relevancia de estudiar la literatura y cultura escrita del siglo XIX
El especialista en la historia de la lectura y cultura impresa en Chile y América Latina manifestó que la importancia de este periodo radica en la aparición de actores que el mercado de los lectores crea, y las demandas sobre la textualidad, los géneros, y las formas de lectura y de consumo cultural que hacen a esos nuevos públicos.
Agregó, también, que «la conversación del siglo XIX se conecta con el siglo XXI, y la aparición de nuevas formas de leer, otros públicos, medios de comunicación y especialmente redes sociales como Instagram». Maneras que son distintas, y que el intelectual llama “prácticas informales de lectura”, ya que en el pasado cultural de nuestro país estas se enfrentaban a los métodos formales promovidos desde el Estado y la Iglesia a la hora de leer los textos oficiales, y que cambió el panorama del consumo cultural de la época en Chile.
“Si tú lo piensas ahora está ocurriendo exactamente lo mismo, las prácticas informales son las que producen más valor, mientras que las formales de lectura parecen ir en retirada. Mi hipótesis es que es absolutamente central volver a rescatarlas para recuperar ciudadanos críticos. Y esto no es algo exclusivo de la literatura, sino que tiene que ver con el lugar del pensamiento en la esfera pública chilena, y la diferencia entre acceso a la información y el conocimiento”.
A ello se suma el estilo de lectura que, según el investigador, lamentablemente los nuevos medios tecnológicos no cultivan. Por tanto, le corresponde al aparato escolar educar, con la ayuda de y en relación con, las formas de lectura de las prácticas informales en las plataformas.
-¿Cuál es el futuro de la lectura impresa en Chile y América Latina?
Sugiero que las formas de alfabetización que he llamado prácticas formales e informales de lectura, es decir, la de los medios sociales, por un lado, y las de la escuela y universidad por otro lado, son compatibles y no necesitan necesariamente oponerse. No tiene ningún caso pensar que habría que destruirlas porque son nocivas, ya que forman parte de la cultura popular, especialmente de los nativos digitales. Lo que hay que hacer es añadirle, a esos métodos informales, estilos de lectura profunda, particularmente formales, que el resto del mercado no está cultivando en ellos.
-¿Qué mensaje le gustaría transmitir a las personas interesadas en la historia de la lectura y cultura impresa de nuestro país?
Creo que si la lectura y la escritura es algo que tú haces en grandes cantidades porque estás todo el día conectado al teléfono, tuiteando, escribiendo, chateando o visualizando textos audiovisuales, también es necesario pensar qué tipo de consumo cultural es ese, para qué sirve y cómo se relaciona o no con otras formas de participación. La actividad lectora y de producción textual hacen pensar en qué prácticas de autoformación están involucradas en la lectura misma, y de qué manera pueden ayudar a transformarnos en algo más potente y pleno.
Valentina Alegría Flores
Prensa Uchile