A propósito del 2 de abril, Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, tres estudiantes mujeres reflexionan sobre “sus experiencias”, la “representación de ser autistas” y cómo se desarrolla el derecho a la educación tanto en nuestra institución como en la sociedad en general.
Tres mujeres autistas fuimos invitadas un lunes a la Oficina de Equidad e Inclusión en Torre 15 a escribir una columna de opinión colectiva, con acompañamiento de la encargada del Área de Neurodiversidad, cuya reciente inauguración reconocemos como un avance necesario y significativo en el progreso institucional a ser un espacio inclusivo.
Desde distintas carreras de la Universidad de Chile encontramos vivencias en común, caminos transitados que llevan a espacios de encuentro en nuestra conversación. Como punto de partida, coincidimos en que muchas de nuestras experiencias tienen relación con la falta de información sobre qué es el espectro autista y la discriminación en términos sociales, educacionales, de salud, etcétera, que enfrentamos.
Una representación muy difundida de lo que es ser autista es la de un hombre adulto con inteligencia sobrehumana, con actitud robótica y que no requiere adecuaciones porque es en exceso eficiente. Las experiencias que escapan de esta imagen típica no suelen ser reconocidas, lo que lleva a que el resto de la población neurodivergente no esté representada ni tampoco sea considerada en la construcción de diversos espacios, como la misma universidad.
El autismo es un espectro que abarca una serie de características que varían de persona a persona. Sin embargo, dentro de este espectro, las vivencias de mujeres y disidencias autistas han sido invisibilizadas e invalidadas por una negación sexista histórica. Ha existido un sesgo de género que ha impedido a mujeres y disidencias acceder a un diagnóstico médico temprano, por lo que muchas veces en la adultez recién sabemos que somos autistas. Se puede pasar por muchos diagnósticos previos -depresión, ansiedad, bipolaridad, trastorno límite de la personalidad- antes de que se llegue a lo que realmente explica y nos permite entender nuestra vivencia: el autismo. Así, pasamos años sintiendo que no encajamos sin entender por qué, culpabilizándonos de todas las dificultades que enfrentamos y profundizando el “masking” o enmascaramiento, es decir, intentando ocultar y adaptar nuestras necesidades para poder desenvolvernos en una sociedad y entorno educativo que no está pensado para nosotras.
Que somos muy sensibles, exageradas, ingenuas, infantiles, flojas, incapaces, raras… son mensajes que crecemos escuchando, que se repiten en la sociedad chilena y su institucionalidad y que, desafortunadamente, no se detienen en la universidad. Todavía existe invalidación desde profesores/as que no nos creen o nos dicen que “no se nos nota”, siendo esto razón suficiente para obstaculizar las adecuaciones requeridas. También sufrimos rechazo de parte de pares porque no socializamos de manera “normal” o “correcta”; o caemos en un agotamiento extremo porque en la Universidad se plantea y se glorifica solo una forma de rendir, que implica una productividad constante a costa de la propia salud mental. Terminamos lidiando constantemente con la discriminación y el capacitismo en distintas áreas, y si bien existen espacios de resistencia en donde se nos acoge y apoya, lamentablemente no es la situación cotidiana para todes les estudiantes: lamentablemente aún existe una profunda desigualdad en la empatía y el acompañamiento que distintas unidades académicas proveen a sus estudiantes.
Respecto a las adecuaciones curriculares, se nos solicita obligatoriamente un diagnóstico psiquiátrico o neurológico, lo que excluye a grupos subdiagnosticados, como mujeres y disidencias, y a quienes no pueden acceder a profesionales por el alto costo que tiene, transformándose en una barrera social y económica para muchas personas. Nos parece importante poner este tema en la discusión y cuestionarnos, ¿se seguirá limitando un derecho y atendiendo solo a quiénes pueden acreditar su condición biomédicamente? Si se va a exigir un certificado, ¿no se debería garantizar y orientar el acceso a especialistas con una mínima perspectiva de género y social?
Pensamos también que el proceso para obtener las adecuaciones es excesivamente burocrático, debiendo realizarse semestre a semestre en gran parte de las facultades, con plazos que no siempre se respetan, con una bajada poco eficiente de la información a les estudiantes, y a veces incluso con la exposición a invalidación en el proceso. Creemos que es injusto y victimizante tener que justificar a cada docente y cada semestre las adecuaciones que necesitamos, ¡como si ser autista se nos fuera a quitar de un semestre a otro!
Observamos una preocupante falta de información y formación a les docentes, que resulta en una resistencia a otorgar las adecuaciones, en comentarios discriminatorios y faltas de respeto a nuestra identidad, dignidad y derechos. Las personas autistas observamos críticamente estos procesos y planteamos que es necesario una reformulación de ellos, en la cual tenemos derecho a ser partícipes de la toma de decisiones, como plantea la misma Política de Inclusión de la Universidad en sus líneas de acción (sección VI, punto B).
En este contexto, los grupos organizados como Autistas Autoconvocades JGM, Anticapacitistas JGM y la Coordinadora de Estudiantes con Diversidad Funcional de la Universidad de Chile (CEDIFUCH) nacen como espacios críticos de la Educación Superior y como espacios de reflexión, apoyo y encuentro para las personas con discapacidad. Estos grupos son un refugio para personas de la comunidad neurodivergente, en donde se comparten experiencias y conocimientos de nuestros derechos con el objetivo de avanzar en su garantización. Creemos que hay un potencial muy significativo tanto en la organización de estudiantes, como en el trabajo conjunto que se puede realizar con funcionaries y unidades de administración para impulsar cambios institucionales que consideren a las neurodivergencias. La educación en Chile requiere importantes avances en materia de igualdad, justicia y no discriminación a las neurodivergencias, incluyendo (pero no únicamente) nuestra casa de estudios.
Ser una estudiante autista en la Universidad no es fácil. Nos enfrentamos a muchas barreras del entorno que hacen que nuestra experiencia pueda ser agotadora y solitaria. Sabemos que hoy en día el autismo y la neurodivergencia son más visibles, pero sigue siendo urgente una mayor concientización, junto con la implementación de cambios en el funcionamiento de las instituciones, para permitir la verdadera participación de estudiantes autistas y neurodivergentes, sin discriminaciones.
No buscamos hablar por todas nuestras compañeras, pero queremos plantear inequívocamente: las mujeres y disidencias autistas existimos, nuestras experiencias son válidas y somos parte de la Universidad y del país, por lo que es imperativo que se garanticen nuestros derechos y de las futuras generaciones de personas con discapacidad en las formaciones profesionales.
Mujeres autistas de Anticapacitistas JGM y CEDIFUCH